miércoles, 25 de mayo de 2011

Milderman

Una mirada, un abrazo, una sonrisa… de cada clase me llevo algo, para siempre.
 Lo esencial es, también, inaccesible a las palabras.
 No mienten, cuando los cuerpos dialogan sólo dicen la verdad.
 Por acá se entra al corazón de la vida.
 Las presurosas nubes de otoño se detienen un momento para espiarnos por las ventanas, después se van.
 Este piso fue árbol, ahora somos sus hojas agitadas por el viento. ¿Habrá en el universo torbellinos como los nuestros?
 Digo “yo soy yo”, entonces comprendo que tú eres tú.
 Mirémonos. Hasta que lleguemos a vernos.
 Gritando aprendemos a escuchar.
 Muchas clases son como varitas mágicas, entro sapo y salgo príncipe.
 Jugamos a ser otros para llegar a ser nosotros mismos.
 Pongo las palmas de las manos sobre el piso y siento danzar la tierra.
 A veces es bueno estar tristes, pocas veces, sólo para valorar nuestra alegría.
 Nuestros pies dialogaron, entonces te comprendí.
 Cada paso tuyo comienza en el bullicio de tus manos.
Yo no podría explicar el método Milderman, tampoco quiere el pez explicar el agua.
 Hay lugares para levantar barricadas, éste es para abatirlas. Es el momento de abrir las puertas de par en par.
 Lo que más cuesta sacarse es la máscara de cortesía.
 Fuimos nube, somos gotas de tormenta, seremos mar.
 Piazzola nos invita desde los parlantes, le responde la melodía de nuestro corazón.
 No quiero ser coherente ni razonante, quiero que mis pensamientos vuelen en el resplandor, como mariposas borrachas de sol.
 Darlo todo, entregarse de alma, en eso consiste la libertad.
 En mi movimiento traigo huellas de tus pasos.
 Dos permanecen muy juntos, apenas tocándose, un instante eterno. Entre ellos se fragua el diamante de la vida.
 No soy mi nombre, ni mi profesión, ni mi cara. Lo que sienten tus manos cuando están entre las mías, ése soy yo.
 Lucha, desprecio…, de todas las muecas que jugamos, la que más cuesta es amor.
 Hay domingos tristes en los que desearía haberme llevado a casa el alma que uso aquí, para echármela sobre los hombros y salir volando.

Héctor

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