Las rejas cedieron con el tiempo, la luz llegó cálida y radiante, el aire era fresco y renovado.
Ya no hay robots que me fastidien, ya no hay cadáveres vampíricos que intenten convertirme, ya no hay aplanadoras pretendiendo disuadirme. ¿Será hora de volar?
Afuera esta mi mundo, mi mundo de abrazos, mi mundo de charlas, mi mundo de sonrisas, mi mundo de lucha, mi mundo de amores que siempre vinieron a visitar. Mi mundo de utopías, mi mundo de ideales, mi mundo compartido con los que lo sienten conmigo y desean su “mi mundo” así. ¿Serán esas imágenes impregnadas en el cielo las que me incitan a aletear?
Imágenes que siempre están, no necesitan visualizarse a la distancia- pensé – esas magnificas visitas en el calvario las recuerdo ahora en los ojos de aquellos que hoy me reciben en libertad. ¿Será que me ayudaran a despegar?
Comencé a aletear acompañada de esos ojos que me reflejaban cual espejo de mi alma, la que siempre estuvo y que ahora puede respirar. Me detuve al ver en el firmamento una única y destellante impresión. ¿Será que a un par de ojos no aterrizó?
Miré confundida a mi alrededor, busque con desesperación el alma viva que también ansiaba volar. Finalmente encontré sus ojos, escondidos por la niebla, e intente en vano reflejarme en ellos. ¿Será que ese alma no me recibió en libertad?
Para mi desgracia en el cielo estaba el recuerdo vivo de lo que supo ser; pero, para mi suerte, eso no me impidió tomar vuelo ya que a la naturaleza de mi alma persistente se le sumó el cuidado de aquellos ojos siempre presentes y espejados.
Eso no quita que a veces pase por un recuerdo encarnado entre las nubes de tormenta; encontrándome entonces en una soledad transcurrida de voces que ríen o lloran, de colmillos que protegían nuestros sentimientos compartidos, de miradas entre encapuchados presidiarios que dejaban al desnudo dos pares de ojos que aun llevaban su alma viva. ¿Será entonces que al pasar por dicha impresión necesito de sus alas para juntos la tormenta disipar?
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