viernes, 29 de octubre de 2010

A tientas

 Se retrocede con seguridad pero se avanza a tientas. Uno adelanta manos como un ciego, ciego imprudente por añadidura, pero lo absurdo es que no es ciego. Distingue el relámpago, la lluvia, los rostros insepultos, la ceniza, la sonrisa del necio, las afrentas, un barrunto de pena en el espejo, la baranda oxidada con sus pájaros. La opaca incertidumbre de los otros enfrentada a la propia incertidumbre. Se avanza a tientas, lentamente; por lo común a contramano de los convictos y los confesos en búsqueda, tal ves, de amores residuales que sirvan de consuelo y recompensa o iluminen un pozo de nostalgias. Se avanza a tientas, vacilante. No importan la distancia ni el horario, ni que el futuro sea una vislumbre o una pasión deshabitada. A tientas, hasta que una noche se queda uno sin cómplices ni tacto y a ciegas otra vez y para siempre se introduce en un túnel o destino que no se sabe dónde acaba.

(M. Benedetti)

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