Siempre estas ahí: guiñándome un ojo, diciendo que sí.
Me enseñaste la diferencia entre la naturaleza y el paisaje.
Siempre estaras en mí, en la parte que se deje ser, aquella que pisa fuerte pero sin aplastar, esos momentos en los que no miramos atrás, seguimos adelante pero sin olvidar.
En cambio, yo nunca estaré en vos, y así lo deseas como también lo deseo yo. Porque si existe la completa libertad la tenes vos, la vivis vos, la fabricas vos. Vos sos la libertad… mi libertad y no, la libertad que yo elijo y no poseo porque dejaría de ser libertad. Por eso vos me enseñaste tanto y por eso vos te quedaste allá. Por algo yo volví a la rutina, ésa que llevamos intentando dar lo mejor… mentira, ésa en la que luchamos por llevarla para que nos lleve primero. Hablo de rutina y en ella incluyo los ratos libres en las que la computadora o la televisión nos atrapa, en la que hacer algo divertido o despejante es sinónimo de no esforzarse. En cambio vos sos libre, porque te esforzás por lo que queres y sobre todo porque en ese mismo esfuerzo encontras tu meta y creces. Entonces vos, vivis conectada a la naturaleza, sos parte de ella… yo a las “redes sociales”. Te encanta darte cuenta de ello escribiendo sentada en el pasto, contemplando alguna montaña, respirando profundo, escuchando el silencio. Yo aca estoy, contracturada (como si hubiera hecho esfuerzo para cargar la leña o la comida del camión, quizas también como esa mochila de 10kg que tanto te identifica) escribiendo en la notebook, en mi cuarto desordenado con cosas que ni si quiera tienen gran utilidad y de otras que tendría ganas que no la tuvieran. No hay tiempo! Llegas tarde! Apurate! -Grita mi celular de manera alarmante. Hora de salir, hora de seguir, hora de ser arrastrado por este ritmo agitado una vez más…
Pienso volver, algún día, para nuestro reencuentro... allá entre las montañas y ríos con cielos despejados. Esa naturaleza viva de Junín de los Andes.
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